miércoles, 17 de abril de 2013

La zona de confort y la superación de uno mismo


Hace poco veía una ilustración como la de arriba. No recuerdo donde, pero la llevo en la cabeza desde entonces. Estoy totalmente de acuerdo con ella, así que la he reconstruido para la ocasión.

La zona de confort es un conjunto de rutinas, situaciones, hábitos, personas, etc. que inundan nuestra vida diaria. Este espacio es en el que nos movemos con seguridad y conocemos más o menos bien. Para ser más claros, estamos hablando, por ejemplo, de nuestra familia, nuestros amigos más cercanos, el trabajo que llevamos haciendo mucho tiempo, el coche que solemos conducir, las comidas que consumimos habitualmente y los sitios que conocemos. Los adjetivos anteriores (cercano, habitual, conocido...) sugieren seguridad y delimitan esta zona. Ésta puede ser mayor o menor según la persona, su edad, sus costumbres, pero todos tenemos una. Es bueno que exista y forma parte de nosotros mismos, incluso de nuestra personalidad, y nos definen en cierto modo. Además permite que las cosas fluyan de modo natural y aportan coherencia a nuestras vidas (imagínate una persona sin costumbres, sin horarios, sin un carácter concreto, sin raíces, sin intereses).

Fuera de la zona de confort hay todo un mundo de posibilidades. Si esta zona es más o menos concreta, todo lo que hay fuera de ella es infinito, inimaginable, inexplorado. Ahora cambiamos las palabras relacionadas con la seguridad por otras que empiezan por in-. En el gráfico aparece como el lugar en el que ocurre la magia. Esto es así porque representa un mundo nuevo por conocer, un paso que dar. No debemos tener miedo de avanzar hacia allí porque es muy probable que nos lleve a un mejor yo. E, incluso si fracasamos, podremos aprender algo en el proceso.

Para salir de nuestro espacio rutinario es necesario ser conscientes de su existencia y del punto al que llega. Podemos dejarnos llevar por un consejo que alguien nos da, seguirlo y hacer un pequeño cambio. Podemos probar algo nuevo que simplemente se nos ocurre. Podemos atrevernos a intentar algo que llevamos tiempo dándole vueltas. Podemos ir al trabajo por otro camino, aunque sea más largo, sólo por ver qué pasa. Podemos cambiar nuestra manera de vestir. Podemos visitar sitios que no habíamos pensado. Y, si nos atrevemos, podemos incluso cambiar de trabajo, irnos a vivir a otro país (¿algún voluntario/a?), experimentar otra religión, practicar deportes de riesgo. ¿Quién sabe? Hay de todo ahí donde ocurre la magia. Pero además no es necesario "hacer" para cruzar el umbral, sino que puede lograrse "deshaciendo". Deshacer puede ser dejar el trabajo que hacemos, no repetir una rutina habitual, ignorar consejos que no lo son, saber negarse a algo o incluso aceptar cuando debemos abandonar una tarea.

Al final, salir de la zona de confort es una forma de mejorar, de crecer, de madurar. Si no logramos salir de ella, no podemos tampoco madurar. Muchas veces las circunstancias nos empujan, en ocasiones de forma positiva y en otras de forma negativa. Lo bueno, en todo caso, es que una vez que salgamos, hemos ganado ese terreno para nosotros mismos, de manera que este recinto se agranda. Es también una forma de aprendizaje y nos permite afianzar nuestra seguridad. Si a esta expansión le añadimos una serie de ciclos ensayo-error, estamos acercándonos a la maestría en algo. Un ejemplo claro es el de aprender a tocar un instrumento. Antes de empezar, no sabemos ni como asirlo porque no está dentro de nuestro espacio conocido. Poco a poco aprendemos las nociones básicas, sus posibilidades, cómo mejorar, etc. hasta llegar al virtuosismo o incluso más allá, si cabe. Todo este proceso va expandiendo nuestra zona de confort, haciéndola llegar al lugar donde ocurre la magia. Y es un proceso continuo. La primera nota que toquemos será magia; la primera frase musical terminada, magia; la primera canción terminada, magia; el primer concierto, magia.

¿Qué tiene que ver esto con la dieta paleolítica? Pues todo, aunque no lo parezca. Puede que no resulte tan idílico como el ejemplo recién dado, pero no por ello deja de ser mágico. Recordemos que la dieta paleolítica es un también un conjunto y, por tanto, implica mejoras en varios ámbitos. Desde el momento en que la conocemos podemos dar varios pasos que nos hacen salir de nuestra zona de confort. Uno de los primeros podría ser dejar de comprar pasta, por ejemplo. Suena muy difícil eso de decirle adiós a los paquetes de Gallo, pero cuando uno lo hace, luego mira atrás y no es para tanto, ya que la satisfacción es mayor que el sacrificio. Otro paso puede ser librarse del pan, o readaptar la nevera y la despensa con nuevos alimentos, hablar con nuestra familia del cambio que queremos tomar, empezar a hacer algún deporte, descartar aquello que sea nocivo... Así la magia llega poco a poco, y las bonitas sorpresas son parte de un día a día que incluye mejor estado de ánimo, más energía y mejor salud. ¡Tachán!

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